Esos días que me quiero suicidar de incomodidad, de la ropa que elegí, del peso que cargo, del día eterno.
Me subo al #SubteB y no hay lugar ni para desmayarse. La bolsa que llevo es incómoda y difícil de maniobrar.
Un señor se aferra a su libro, La víspera de Santa Venus, de Anthony Burgess, pero aunque lo intenta, no encuentra el hueco para abrirlo.
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"--Tolondrona. Negligente ser semirracional. -Los insultos de Sir Benjamin
Drayton eran siempre demasiado literarios para ser realmente ofensivos-.
Mentecatos descerebrados: eso es lo que tenemos, eso es todo lo que tenemos.
¿Sentido común? ¿Pero cómo va a tener sentido común usted, que es un torbellino,
una fea bruja, un infame montón de basura? Esas cosas, -dijo Sir Benjamin-,
tienen un valor inestimable. ¿Lo oye usted, saco de tripas, mondongo rancio? ¡Un
valor inestimable, gata palurda! ¿Es que tengo que ver mis planes desbaratados a
cada paso, ser burlado, atropellado por desaforados destructores y profanadores
deliberados? Los godos, llegan los godos. Los vándalos me persiguen. ¡Que dios
me dé paciencia!"
Anthony Burgess, La víspera de Santa Venus.
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A mi lado, lejana a mi incomodidad a la que se le suma sostener la bolsa en esa suerte de estante que tiene el subte y que nunca suelo usar, una mujer lee a Murakami.
Cuando levanta la vista me saluda. Me doy cuenta que la conozco pero tardo en entender de dónde. Lo descubro. Conversamos dos segundos hasta que ella, afortunada, se baja. Antes me cuenta que no es Murakami, que lee Los suicidas del fin del mundo, de Leila Guerriero, Y me cuenta que no puede parar.
El subte continua con su rutina de vomitar pasajeros. Entre las estaciones Federico Lacroze y Los Incas se abre un espacio. Dos lectores. Dos libros. Asesinato de calidad, de John Le Carré y Pura anarquía, de Woody Allen.
Me bajo en Los incas. La cartera pesa, la bolsa gigante también. Me detengo para acomodarme antes de seguir caminando.
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“Aquellos folletos incluían consejos prácticos sobre cómo conseguir energía espiritual, sobre cómo vencer el estrés mediante el amor, y sobre exactamente adónde ir y qué formularios rellenar para reencarnarse”
Woody Allen, Pura anarquía.
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Al salir de la escalera mecánica se rompe una manija de mi bolsa, entonces la veo. Allí dentro está, protegida por un folio, La mujer rota, circa 1969. La misma edición que leí y perdí, regalo de mi amiga Lucrecia, Ese libro conmigo otra vez, me salva el día.
"Nos reíamos. Sin embargo, no hay de que reír."
Simone De Beauvoir
!Me encanta! te sigo porque te quiero y porque me despertas sensaciones adormecidas, sacudís mis sentidos terrible y arrolladoramente!
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