Dejo el auto, compro un par de facturas en L´epi. Me voy a la estación Tronador, del #SubteB, saboreando un exquisito pain au chocolat.
Llega el subte. Me subo. El vagón está lleno pero no tanto como otras veces. Una mujer lee La cena, de Herman Koch. La veo de lejos.
"El meñique del maître había señalado en primer lugar mi filete de gallina de Guinea envuelto en una loncha de tocino alemán, y luego había pasado a la guarnición: un montoncito de "discos de lasaña de berenjena con ricotta" ensartado en un palillo de cóctel, que más parecería un sándwich club en miniatura, y una mazorca de maíz ensartada en un resorte que, probablemente servía para coger la mazorca sin mancharse los dedos, pero tenía algo ridículo, o no, ridículo no es la palabra, sino más bien algo que pretendía ser divertido, como un guiño del cocinero o algo por el estilo."
“La felicidad se basta a sí misma, no necesita testigos.”
Herman Koch, La cena.
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