lunes, 16 de diciembre de 2013

Colmillo Blanco

Miércoles 11 de Diciembre. En el #SubteB ni bien me subo, encuentro. 
De las #EscenasLectoras, las más #Retro. Colmillo Blanco y bolsa de compras de colores. 



Aunque para un retro total hubiera necesitado que la edición fuera la de la Colección Robin Hood, esa que leí en el cuarto de la calle Belgrano, en la casa de mi abuela, tan distinta al subte... 


Eran los libros que había leído mi viejo, y era su cuarto. Yo era chica, el tiempo tenía otro correr y mi abuela hacía orejones en almíbary baklava.
Y en esa biblioteca, había un juego de madera para enseñar la hora que además era ábaco, que todavía conservo, si bien las fichas para contar se fueron perdiendo...

"abuelita ¿Qué hora es?"


Pero volviendo al 11 de diciembre, en el Buenos Aires mortal que nos toca, pienso que pasaron ya 35 años de esa #EscenaLectora de la calle Belgrano. Y que hace mucho que no pensaba en Jack London, ni en el juguete de madera para aprender la hora y contar, ni en ese desierto tan crudo de Colmillo Blanco.

"Delante de los perros, calzando anchos y blandos zapatos de pelo para la nieve, avanzaba trabajosamente un hombre. Detrás del trineo iba otro. Dentro, en la caja, iba un tercero para quien todo esfuerzo había ya terminado: una víctima de aquel salvaje desierto, un vencido que no se movería ni lu­charía ya más, aplastado, aniquilado por él. Al desierto no suele gustarle el movimiento. Toma como una ofensa la vida, porque vida es movimiento, y él tiende siempre a destruirlo. Hiela el agua para no dejarla correr hacia el mar; les roba la savia a los árboles - hasta helarles el potente corazón; y con mayor ferocidad, y por más terrible modo aún, anonada y obliga a someterse al hombre. Al hombre, que es lo más in­quieto que la vida ofrece, siempre en rebelión, justamente en contra de la idea de que todo movimiento acaba con la ce­sación del mismo."

Colmillo Blanco, Jack London


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