domingo, 29 de diciembre de 2013

Leer al río

A la vera del río Anisacate, que amenaza crecida, tres varones leen.
Francisco lee Heredera de un secreto, de Elisa Roldán.
Pablo lee Nueve cuentos, de J. D. Salinger.
Matías, en el #Kindle, lee La marca de Atenea, de Rick Riordan.
Mauro, en Buenos Aires, cerca de otro río, está a punto de sacarle el envoltorio a Zama, de Di Benedetto.
Mis lectores terminan el año leyendo. Y el río, acompañando.





jueves, 19 de diciembre de 2013

Despedida en la vereda

Buenos Aires en Diciembre. Un calor de morirse, no hay aire, en muchos lugares no hay luz, la calle está pegajosa, todos hervimos. Y sin embargo, sucede.
Al salir del #SubteB, luego de un par de cuadras, la veo. Despedida en la vereda, sentada en la solia de acceso al local.

"¿Era Lucas consciente de ello? En cuanto me di cuenta de que lo más seguro era que sí, me asaltó el pánico.
Le observé mientras se ponía una camisa de franela y se ataba los cordones de los zapatos. Estaba aterrada. ¿Pensaba Lucas que si moría volveríamos a estar juntos? ¿O acaso la vida ya no tenía sentido para él? Para mí sí lo tenía. Quería que viviera y estuviera a salvo y fuera feliz por los dos." 


Despedida,  de Claudia Gray.



Esta lectora prescinde incluso de la silla en la vereda.

"Llegaron las noches de las sillas en la vereda; de las familias estancadas en las puertas de sus casas; llegaron, las noches del amor sentimental de "buenas noches, vecina", el político e insinuante "¿cómo le va, don Pascual?". Y don Pascual sonrie y se atusa los "baffi", que bien sabe por qué el mocito le pregunta cómo le va. Llegaron las noches...Yo no sé qué tienen estos barrios porteños tan tristes en el día bajo el sol, y tan lindos cuando la luna los recorre oblicuamente. Yo no sé qué tienen; que reos o inteligentes, vagos o activos, todos queremos este barrio con su jardín (sitio para la futura sala) y sus pebetas siempre iguales y siempre distintas, y sus viejos, siempre iguales y siempre distintos también. Encanto mafioso, dulzura mistonga,ilusión baratieri ¡qué sé yo qué tienen todos estos barrios!; estos barrios porteños, largos, todos cortados con la misma tijera, todos semejantes con sus casitas atorrantas, sus jardines con la palmera al centro y unos yuyos semiflorecidos que aroman como si la noche reventara por ellos el apasionamiento que encierran las almas de la ciudad; almas que sólo saben el ritmo del tango y del "te quiero". Fulería poética, eso y algo más."


Roberto Christophersen Arlt, Aguafuertes Porteñas, 1935

lunes, 16 de diciembre de 2013

Colmillo Blanco

Miércoles 11 de Diciembre. En el #SubteB ni bien me subo, encuentro. 
De las #EscenasLectoras, las más #Retro. Colmillo Blanco y bolsa de compras de colores. 



Aunque para un retro total hubiera necesitado que la edición fuera la de la Colección Robin Hood, esa que leí en el cuarto de la calle Belgrano, en la casa de mi abuela, tan distinta al subte... 


Eran los libros que había leído mi viejo, y era su cuarto. Yo era chica, el tiempo tenía otro correr y mi abuela hacía orejones en almíbary baklava.
Y en esa biblioteca, había un juego de madera para enseñar la hora que además era ábaco, que todavía conservo, si bien las fichas para contar se fueron perdiendo...

"abuelita ¿Qué hora es?"


Pero volviendo al 11 de diciembre, en el Buenos Aires mortal que nos toca, pienso que pasaron ya 35 años de esa #EscenaLectora de la calle Belgrano. Y que hace mucho que no pensaba en Jack London, ni en el juguete de madera para aprender la hora y contar, ni en ese desierto tan crudo de Colmillo Blanco.

"Delante de los perros, calzando anchos y blandos zapatos de pelo para la nieve, avanzaba trabajosamente un hombre. Detrás del trineo iba otro. Dentro, en la caja, iba un tercero para quien todo esfuerzo había ya terminado: una víctima de aquel salvaje desierto, un vencido que no se movería ni lu­charía ya más, aplastado, aniquilado por él. Al desierto no suele gustarle el movimiento. Toma como una ofensa la vida, porque vida es movimiento, y él tiende siempre a destruirlo. Hiela el agua para no dejarla correr hacia el mar; les roba la savia a los árboles - hasta helarles el potente corazón; y con mayor ferocidad, y por más terrible modo aún, anonada y obliga a someterse al hombre. Al hombre, que es lo más in­quieto que la vida ofrece, siempre en rebelión, justamente en contra de la idea de que todo movimiento acaba con la ce­sación del mismo."

Colmillo Blanco, Jack London


sábado, 7 de diciembre de 2013

Rosario siempre estuvo cerca

Hablo por teléfono con Lili Quillay y le comento que gracias a un encuentro ¿fortuito?  le va a llegar algo de mi parte. Es un viernes furioso en Buenos Aires y mi próximo destino es el centro. Camino al subte pensando en Rosario.

Lee con auriculares grandes marca Sony. Yo me subo en Tronador y lo veo leer, lo miro escuchar. Lo escucho leer aunque no hable.
Detiene su lectura. Marca el ritmo. Vuelve a leer.
¿Leerá al compás?
Cuando me siento, el título aparece: La mesa de los galanes del negro Fontanarrosa. Otra vez Rosario.




"Sin embargo un día, el Colorado llegó a “El Cairo” considerablemente excitado. Lo había llamado el rubio desde su tanguero reducto de Pompeya, para imponerlo de una infausta noticia: había muerto el padre, aquel viejo ferroviario que inaugurara la estirpe canalla y que supiera jugar en Sparta y Rosario Central. El Colorado —siempre de acuerdo a su versión oral— se había realmente conmovido. Que ese tipo, su simpatía estival, lo llamara al solo efecto de comentarle la muerte de su progenitor, era una palmaria demostración de que aquella amistad (surgida de los colores gloriosos) era más profunda que lo sensorialmente perceptible y que, por lo tanto, el rubio —ahora huérfano— deseaba compartir el momento de congoja con el circunstancial amigo, tan lejano.
—Pero la cosa no terminaba allí —advirtió el Colorado, nuevamente en la Mesa de los Galanes, esta vez enriquecida por la presencia del Pochi y de Belmondo—. La cosa no terminaba allí. Parece que el viejo, antes de morir, pidió como última voluntad, que sus cenizas se tiraran en las canchas de Sparta y de Central, los dos cuadros donde él jugó...
Por los muchachos cruzó una sombra de respetuosa sorpresa.
—La mitad de las cenizas —especificó el Colo— en la cancha de Sparta. Y la otra mitad en el Gigante ¡Mirá vos el deseo del tipo!
—¿Y alcanza para tanto? —frunció la cara el Pitufo, siempre un poco irreverente.
—¡Y qué sé yo! ¡Qué sé yo! Te imaginás que nunca me vi metido en un trámite de éstos, Pitufo.
—¿Era grandote el hombre? —lo del Centu tampoco sonó muy cuidadoso."

Cenizas, Roberto Fontanarrosa

***

Entonces pienso en el El Cairo, que como tantos, quise conocer ni bien pisé Rosario la primera vez hace tantísimos años, en una época en la que llegaba el viernes a la noche y la pregunta era: ¿Este fin de semana a dónde?
Cenas y cafés con amigos de allá y de acá. Encuentros. Estar en el lugar de el hecho. Ver la mesa. Los libros. Las fotos. El Larousse ilustrado que dicen que dejó allí Malena, una de las pocas mujeres que se sentaron en la mesa de los galanes.

Y del recuerdo de El Cairo a la cena del jueves: Ni bien me senté en una mesa repleta de conocidos virtuales o desconocidos reales, uno de los comensales dijo al pasar que era de Rosario. Le pregunte si volvía para allí después de la cena, me dijo que si. Le pregunté si no le llevaría algo a una amiga. Sorprendido me dijo también que si. "¿Tenés acá lo que querés que lleve?". Las carteras femeninas encierran tantos misterios, le dije.
Y entonces viajaron las Postales La Vereda 2013 para Rosario.



Un detective en La Vereda

Juan Pedro Joaquín Casas
Tiene 18 años.
Un tipo vino y tocó el gatillo, cuando le quería sacar la pistola. La bala rebotó en una mosca y le dio a él mismo. Se casó con Lady Gaga.
Como todos los detectives, sale a investigar de noche. Y de día se hace pasar por otra cosa, como le dice su jefe, para que no los descubran.
Cuando le preguntan su nombre, él dice que se llama Gabriel. Y cuando le preguntan su apellido, dice Velázquez. Su sobrenombre es “Cabezón”. 


Un detective en La Vereda (fragmento), 
creación colectiva (grupo de 9 a 12 años), 
Taller de escritores La Verrea, 2013.


Cabe destacar que el comensal al que le pedí semejante favor postal era a este ese entonces de los desconocidos totales. Real y virtualmente hablando.

Pero bueno, todos sabemos que Rosario siempre estuvo cerca.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

De caminatas, cadáveres y vergas

Rumbo al #SubteB me sucede un encuentro providencial con @ivasteinberg que caminaba con su remera naranja brillante al sol, como perdida, por una calle tan conocida por ambas.
Hablamos de yoga, específicamente de la postura del cadáver, entre otras cosas... Relaciones, peleas, pulsiones, vejez, hijos, finales, locuras transitorias, obsesiones permanentes.

En el subte seguimos la charla. Nos sentamos. Ivana solo viajaba una estación. En su lugar, se sentó una chica que automáticamente sacó un libro de una bolsa.
De mis #EscenasLectoras preferidas, cercanas pero ajenas.




Lo abre y algo en su modo de leer denota una relectura. Yo leo con ella el principio de su libro:

"El centro del mundo es el cadáver"

Escribe. Hace gráficos. Juega con el libro.Toca la contratapa como acariciándola. Pasa las hojas lentamente.
El libro está muy subrayado. Vuelve al comienzo. Luego lo cierra. Lo vuelve abrir.

“La noche había sido cruzada por una sola, interminable cópula. Nada más era posible entre nosotros (…) volví a levantarle las piernas y volví a clavarle la verga (…) Le di como para matarla. Cuando volví a detenerme el dormitorio estaba ya totalmente iluminado por el resplandor (…) Y gritó. Finalmente gritó. Gritó como nunca oí gritar a nadie en mi vida. Como si se le fuera, dolorosa, penosa, interminablemente el alma del cuerpo (…) Saqué la verga, tensa, gigantesca, nudosa, venosa, monstruosa, y se la mostré. Incapaces de hablar nos mirábamos, incrédulos”


El centro del mundo, (fragmento)*

Retoma el gráfico y luego anota y anota,  hasta que guarda el libro y se baja.




Al final del día de locos sigo pensando en El centro del mundo, de Ercole Lissardi. Ahora sé que es un volumen que reúne tres nouvelles consideradas calientes.
Camino casi corriendo al #SubteB otra vez, y otra vez no funciona. Está cerrado. Son las 20.30. Hace más de doce horas que salí de mi casa.
Desde el colectivo lleno pienso: "El centro del mundo es un cadáver."
Y entonces,  instantáneo como un café, viene el poema:

"En el centro de la fiesta
está el vacío.
Pero en el centro del vacío
hay otra fiesta."

Roberto Juarroz


*Fragmento extraído de http://lecturassrasantes.blogspot.com.ar/2013/04/el-centro-del-mundo-ercole-lissardi.html